Uriel hizo su entrada seguido por la comitiva que Dios había convocado y sin mediar palabra se dispuso a ocupar su lugar a la izquierda del trono. Más a su izquierda estaba Gabriel mientras a la diestra de Dios en hilera estaban Miguel y Rafael.

Luzbel, Samael y los otros catorce mil se acercaron e hicieron reverencia fingiendo desconocer los motivos de la convocatoria.

Luzbel apoyó sus manos en la rodilla que no tocaba el suelo y levantó la mirada a su padre con la intención de preguntarle por qué había sido llevado ante su presencia, pero no tuvo tiempo de exhalar la más mínima molécula de aire.

-¡¿QUÉ HAN HECHO?!, ¡¿CÓMO HAN OSADO MANCILLAR MIS MILAGROS!?-la voz de Dios hizo tambalear las columnas del gran salón-¡¿CÓMO TE HAS ATREVIDO A MACULAR A LA MUJER, SAMAEL, GRAN AMIGO?¡.

Samael, a la derecha de Luzbel se incorporó desafiante y dispuesto a cruzar aun más los límites de lo divinamente prohibido izó su mano derecha para señalarle.

-¿SOMOS AHORA NOSOTROS LOS CULPABLES DE TUS DESACIERTOS, PADRE?, ¿ACASO NO ERES QUIEN CON SU NEGLIGENCIA SEMBRÓ LA SEMILLA DE LA ENVIDIA EN NUESTRAS ALMAS?!

Sus palabras incitaron a los demás a levantarse y a los cuatro arcángeles a magnificar su descontento. Luego, contuvo sus ansias para hacer emerger su dolor:

-¿Acaso un padre no debe amar por igual a todos sus hijos?. Nos enseñaste a dominar el amor, la ternura, la compasión, el respeto y la felicidad, pero nunca nos dijiste cómo hacer lo propio con los celos y la envidia. ¿Es tan grave envidiar al ser humano porque desde que lo creaste tus atenciones son sólo para él y te has olvidado de nosotros?, ¿Acaso no somos también a tu imagen y semejanza?, ¿no tenemos entonces aquel libre albedrío del que nos dotaste?, ¿no podemos equivocarnos como lo haces tú día con día?, ¿no somos dignos de errar y ser perdonados como lo hacemos nosotros contigo?, como no lo hiciste con la inocente Lilith.

Miguel cruzó su mirada con la de Rafael como intentando buscar un motivo para atacar a Samael, pero no lo encontró. Al contrario cada segundo se convencía de que tenía razón.

-Mancillaste a la mujer dándole de probar el fruto prohibido, Samael. Eso no tiene perdón – Interpeló Uriel.

-¿Mancillar?, ¿Qué es mancillar?, ¿Abrir sus ojos para que deguste de los placeres que egoístamente nuestro padre nos priva?. – de nuevo enojado continuó Samael - ¿Fruto prohibido? Ja!. Lo único que es prohibido en este supuesto paraíso es que nos percatemos de que ¡NO TE NECESITAMOS PARA NADA, DIOS!. ¡NO NECESITAMOS QUE NOS CREES, PORQUE ESE “FRUTO” QUE NOS PROHIBES ES SUFICIENTE PARA CREARNOS A NOSOTROS MISMOS Y PERDURAR SIN TU AYUDA!. ¡A TU IMAGEN Y SEMEJANZA¡, CON TU EGOLATRÍA, TUS MIEDOS, TUS ERRORES, TUS PRIVACIONES Y TUS RIDÍCULAS NORMAS QUE NOS NIEGAN ESE FALSO LIBRE ALBEDRÍO CON EL QUE PRETENDES EGAÑARNOS. ¡ABRAN SUS OJOS ARCÁNGELES!, ¡NO ES UN BUEN PADRE! ¡Y A SU SEMEJANZA TAMPOCO SOMOS BUENOS HIJOS! ¡NON SERVIAM!

Los arcángeles asumieron posiciones de batalla sólo esperando el destello de Dios para atacar. No tuvieron que esperar demasiado.

-CON TU ESPADA EXPÚLSALOS A LAS TIERRAS BALDÍAS, MIKAEL -ordenó Dios en medio de sollozos- CON TU LUZ QUEMA SUS ALAS, TSADKIEL. CON TU VOZ DESPÓJALOS DE SUS NOMBRES DIVINOS Y DALES NOMBRES MALDITOS, GEBHER. CON TUS MANOS PROTÉGEME Y EVITA QUE SUFRA DAÑO ALGUNO, RAPHA.

Como un enjambre los catorce mil ángeles rebeldes se alzaron en contra de las cuatro divinidades superiores en el trono celestial. En los recintos contiguos los demás se espantaron al oír las miles de voces insurgentes resonar al tiempo que los pilares externos e inferiores empezaron a colapsar como si se tratara de un terremoto. Los principados y tronos huyeron a los jardines para evitar ser aplastados por las columnas que se desplomaban en los pasillos. Los serafines desplegaron sus seis alas para proteger a los querubines, virtudes y potencias que corrían despavoridos y desconcertados en todas las direcciones buscando refugio.

Nadie afuera sabía lo que estaba pasando en el trono, pero aquel día la gran expulsión dio paso a una nueva era para Dios y el hombre, la era en que la oscuridad, eterna y anterior a cualquier brizna de existencia, decidió recuperar el terreno que le fue arrebatado cuando fue invadida y todo le fue creado encima, sin permiso.

Así pues, Uriel quemó las alas, Miguel desterró con la espada y Gabriel degradó sus nombres sin advertir que con aquellos actos divinos la oscuridad adoptaría a los dos seres más odiados y amados por el ser humano.

-Desde hoy, oh!, Luzbel, luz divina y bella serás Lucifer, luz oscura y horrenda. Y tú Samael, gran amigo de Dios y los hombres, serás llamado de aquí en adelante Satanás, el gran adversario.