- ¿Cómo iba a reaccionar ante un enmascarado que me amenazó con una navaja vieja y trató de arrebatarme la maleta? Sin pensarlo lo empujé con todas mis fuerzas y corrí. ¿Cómo querías que supiera que el miserable caería en medio de la vía sin poder reaccionar antes que la camioneta lo elevara más de tres metros y lo estampara contra un árbol? No fue esa mi intención pero así ocurrió. ¿Cómo me iba a imaginar que el exiguo instante que tuve para girar mi cabeza y atestiguar su atroz fin sería suficiente para plasmar en mi psique aquella familiar mirada frágil y casi ausente? Juro de corazón que ni lo sospeché. ¿Cómo iba a suponer que eras tú, Luisfer, mi amigo del alma, diciéndome desde el inmaculado umbral que solo querías desquitarte por la broma que te había hecho aquel domingo en que me disfracé de hombre lobo y casi te desmayas del susto?, ¿Qué pretendes que te diga ahora cuando por fin frente a frente no encuentro ninguna excusa después de 40 años?.
- Solamente quiero saber si en realidad sentiste arrepentimiento, Pablo.
- ¡Por supuesto!
- Entonces ¿por qué si el remordimiento te carcomía las entrañas nunca confesaste que estuviste ahí cuando todo ocurrió?, ¿por qué aun cuando casi te morías por dentro no le dijiste a todo el mundo que mi muerte fue por un estúpido juego de bromas pesadas que tú empezaste?, ¿por qué sólo huiste y me dejaste morir?, ¿por qué no pediste ayuda?, ¿Por qué aun con mi “frágil mirada plasmada en tu psique” nunca fuiste a visitarme al cementerio?.
- Luisfer, amigo. Todo fue tan traumático, yo era tan joven…
- No quiero escuchar nada más, Pablo, ni hay razón ya para que te excuses. Ya te he perdonado, sólo falta que te perdones a ti mismo. Sigue por favor, hace mucho te están esperando. Camina sin detenerte hasta que cuentes nueve arcos, ahí da vuelta a la izquierda y toca en la tercera puerta.
- Hace mucho frío aquí. ¿Debo preguntar por alguien?.
- No, sólo asegúrate que en el dintel diga La Plotomea.
- Gracias, Luisfer.
- Hasta pronto, Pablo, amigo mío.